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domingo, 3 de abril de 2016

Gestión emocional: Enséñale a pensar

Últimamente, un tema recurrente de consulta que me encuentro es el de la reacción emocional excesiva ante estímulos cotidianos.

Este problema según algunos profesionales modernos subyace de que el modo habitual de enseñar y educar a nuestros perros se basa demasiado en la emocionalidad. Continuamente respondemos a respuestas emocionales del perro. De este modo es como consiguen que le saquemos de paseo, juguemos con él, le demos un trozo de comida suculenta o que le llamemos la atención. De hecho la mayoría de los entrenamientos se basan en el conductismo que al fin y al cabo se fundamenta en que el animal asimile una conducta con un estado emocional, ya sea positivo o negativo con el objetivo de potenciar o inhibir la conducta. Esto realmente resulta muy útil y es la herramienta fundamental del adiestramiento. El problema es que cuando el perro reacciona ante un estímulo emocional utiliza redes neuronales muy básicas, que no implican el sistema cognitivo. (Esto esta explicado de forma sencilla en este artículo de Eurekan). Se generan comportamientos muy rápidos, automáticos pero también se dificulta tremendamente el controlar el comportamiento si el perro siente una gran motivación interna hacia la conducta. 


  
¿Y que hacemos?

No creo que debamos dejar de lado herramientas que nos han funcionado como el clicker, sino más bien ser creativos a la hora de ofrecer desafíos a nuestros perros. El objetivo es enseñarlos a pensar. Evitar caer en la mecanización de la conducta. "hago esto y consigo esto". En cualquier caso esta mecanización debería ser en el sentido de controlar su reacción para conseguir su objetivo.

- Para ello no deberíamos nunca darle lo que quieren cuando están en un estado de excitación alta. Relajarse debería ser la conducta que le lleve a conseguir el fin. Para ello, muchas veces nos apoyamos en el adiestramiento, pidiendo órdenes que conocen. Pero cuidado, no debemos confundir a un perro sentado con un perro relajado.  En cambio sí debemos ser conscientes de como nos comportamos con el perro en el día a día. 


- Probar distintos tipos de entrenamiento, también en mi experiencia es una buena manera de estimularles a pensar. El uso del clicker con la técnica del moldeado libre o enseñarle a imitarte con el Do as I Do de Claudia Fugazza1 ayudará a mantener la mente del perro activa y nos mejorará nuestra comunicación con ellos. 

Varios autores hablan en diferentes términos en lo que respecta a la gestión emocional. 

-Albert Garriga, a cuyos seminarios he acudido recientemente, por ejemplo, habla de Control y Autocontrol y aboga por enseñar al perro a consultarnos. Distingue entre control (El que ejercemos nosotros reprendiendo y prohibiendo) y Autocontrol (El perro aprende que no puede lograr sus objetivos por si sólo, debe esperar a que le demos el permiso) y se apoya en el principio de Premack por el cual un comportamiento agradable y frecuente aumenta la ejecución de otro menos preferible o probable, siempre y cuando el primero se haga contingente al segundo.2
- Carlos Alfónso López García desarrolla varios conceptos relacionados con esto dentro de su adiestramiento Cognitivo-emocional. Para el que esté interesado en profundizar se puede acudir a su libro "Tu perro siente y te quiere"3

Este tema es realmente complejo y suele necesitar de la ayuda de profesionales. Con este artículo pretendo explicar como el camino de la gestión emocional pasa por enseñar a pensar y quizás abrir un foro de debate sobre diferentes técnicas y enfoques utilizados para gestionar estos problemas. 



jueves, 18 de febrero de 2016

Las reglas del juego


Últimamente estoy insistiendo mucho en temas relacionados con el juego y hay varias razones para ello.

El juego es necesario para los animales sociales y para los domésticos ya que es una manifestación de la neotenia, el mantenimiento de los rasgos de cachorro en el adulto, propio del proceso de domesticación. Además, todos los animales, no domésticos, con habilidades cognitivas altas, continúan jugando en la edad adulta, aunque menos frecuentemente que cuando eran crías. De hecho, nosotros nos incluimos en este último grupo. Así que no hay nada mejor para reforzar el vínculo perro-dueño que compartir momentos de ocio juntos.  Pero para ello es importante que el juego sea divertido para ambos. Cuando nosotros jugamos, aun cuando somos pequeños, todos nuestros juegos tienen unas normas básicas. Ese mismo principio debemos aplicarlo al juego con nuestros perros. El juego eficaz es aquel en el que el perro desgasta energía física y mental, no se excita en exceso y ambos os divertís. 

Para saber que nuestro juego es eficaz lo primero que tenemos que hacer es fijarnos en lo que hacemos y como reacciona nuestro perro. En ocasiones pensamos que lo único que necesita un perro activo es gastar energía  y por ello nos dedicamos a jugar a un ritmo frenético, tirando la pelota el mayor número de veces posibles y animándole para que no se pare en sus carreras. Con esto conseguimos mucha excitación y esto sólo sirve para que "cargue la pila". El perro acaba con la lengua fuera, pero aun con ganas de más, descansará un rato y querrá seguir "la marcha". Entonces es cuando los dueños se quejan: "este perro no se cansa nunca".

Lo primero que tenemos que hacer para evitar esto es reconocer la excitación excesiva en el perro. Si hace el "molinete" (girar sobre si mismo), salta o nos ladra sin parar, está demasiado excitado. Recordar, no está contento, no es gracioso ni es bueno para el, aunque mueva el rabo.

En cambio, debemos aprovechar los momentos de juego para enseñarle auto-control y tolerancia a la frustración. ¿Como?. Ejercitando la paciencia. Yo establezco una serie de normas:

1. Si estás demasiado excitado no te doy el juguete
2. Hay que aprender a soltar el juguete. Si no lo sueltas es aburrido (me quedo quieto)
3. Si saltas sobre mi o sobre el juguete sin que te lo indique se para el juego (aburrido).
4. Si lo sueltas jugamos y te lo vuelvo a dar (divertido)
5. Si te vas se acabó el juego

Para conseguir todo esto es bueno empezar con mordedores y no con pelotas o juguetes que piten. Así será mucho más fácil que el perro aprenda a controlarse y a soltar.
Hay perros a los que les gusta especialmente ir a buscar cosas (perros cobradores) y  a otros ejercer la presa (juegos de tirar). Ambos perros necesitan dar salida a esas pulsiones naturales pero debemos poner especial cuidado en seguir las normas para evitar que se obsesionen. En mi opinión es bueno alternar ambos tipos de juego en la misma sesión.

Una vez que dominemos las normas, las sesiones de juego son ideales para practicar los ejercicios de educación o obediencia básica. Aprender a mantener un quieto mientras se le tienta con un juguete o no intentar atraparlo hasta que se lo indiques, por más que lo sacudamos sobre su hocico, ayuda a tener un perro más equilibrado. El juego puede convertirse en el mejor aliado en la educación de nuestro perro y en una fuente de satisfacción o por el contrario en una fuente de excitación y frustración para ambos. ¿Qué elegimos?.

jueves, 5 de noviembre de 2015

La llamada: 4 errores comunes


Uno de los problemas que más frustración causa en los dueños es la llamada. El dueño siente que el perro no le hace caso e incluso que su perro no le quiere y, en realidad, a veces evidencia algunos problemas en el vínculo entre ambos aunque este no tiene porqué ser el problema inicial. La llamada se puede entrenar y mejorar,  pero lo que ocurre normalmente es que algunos malos hábitos la debilitan progresivamente. Aquí haré una revisión de los principales.
1. Gastarle el nombre al perro (llamar continuamente). Muchas veces un exceso de control por parte del propietario genera un sonido incesante de fondo al que el perro se acostumbra. No solo aprende a ignorarlo y pierde significado sino que también se convierte en una señal continua de que el dueño está pendiente de él así que él puede hacer e ir a donde quiera, no tiene por que atender al dueño.


2. Llamar en momentos innecesarios o insistir en la llamada cuando está claro que es inviable que te haga caso. Hay que ser moderados y realistas. Este problema también deriva del exceso de control.  Es decir, llamar con el único fin de que se quede cerca, siempre que el perro está disfrutando o le vemos distraído o en circunstancias poco realistas como, por ejemplo, cuando ya está corriendo hacia otro perro o un gato. Es posible controlar esto, pero con un grado de obediencia muy entrenado y normalmente siempre deberemos adelantarnos a estas situaciones.  Pocos tanden dueño-perro logran, en la práctica, parar estas situaciones cuando ya se han desencadenado.  No ser conscientes de esto nos lleva a una llamada excesiva e inútil que provoca la desensibilización del perro que comentábamos en el punto anterior.  Hay que pensar que le estamos pidiendo al perro que deje de divertirse y normalmente no le damos nada a cambio.  Lo cual me lleva al siguiente punto.


3. No recompensar nunca el regreso. Si bien el perro debería volver de modo natural a su propietario esto no siempre ocurre, ya sea porque se han cometido errores previos en su educación o simplemente porque el perro es joven y tiene muchos distractores naturales. Aunque nuestro perro "quiera" volver a nuestro lado nunca está de más animarlo cuando lo hace para hacer el regreso más divertido, unas palmadas y palabras alegres serán suficientes. Otras veces habrá que "construir" la llamada y en estas ocasiones el refuerzo ha de ser más fuerte y evidente.


4. Castigarle por escaparse. El problema que tiene esto es "cuando" castigamos por escaparse. Normalmente no podemos hacerlo hasta que está a nuestro lado, por lo tanto, lo que castigamos en realidad es el volver a nuestro lado. Así, a medida que el perro nos escucha llamarle y se da cuenta de como vamos subiendo el tono más y más se aleja, ya que sabe que al volver se va a llevar una buena reprimenda. Esto es un enorme circulo vicioso ya que cada vez subimos más el tono, castigamos más severamente y esto se convierte en un mayor aversivo para el perro así que se aleja más y tarda más en volver. Es aquí cuando un deseo natural de libertad en el perro puede derivar en un problema con el vínculo con el propietario.
Evitar estas conductas puede recompensarnos con la bonita imagen de nuestro perro corriendo a toda velocidad hacia nosotros.




viernes, 24 de abril de 2015

Un paseo agradable

Para muchos dueños el paseo diario es todo un suplicio. Su perro le tira y se muestra incontrolable cuando hay otros perros. Otras personas piensan que su perro ha de ir desfilando, cual militar, a su lado, sin desviar la mirada ni bajar la cabeza para olfatear.

Ambas cosas son una pena. El paseo debe ser ante todo agradable, tanto para el perro como para el dueño. Si el perro está en su momento de esparcimiento debe poder bajar la cabeza y olfatear, ya que para él esa es una fuente de información del mundo mucho mayor que la vista. No dejarle bajar la cabeza es como si a nosotros nos obligaran a pasear con orejeras. Hablo del paseo recreativo, por supuesto, es posible que queramos enseñar a nuestro perro a caminar a buen paso y sin entretenerse por hacer ejercicio o porque tenemos prisa en un momento dado. Pero este no puede ser el único tipo de paseo que se le permita al perro.

Por otro lado, el perro que tira constantemente tampoco está disfrutando del paseo. Caminar es una actividad relajante para el perro y ayuda a que el animal descanse mejor y se comporte mejor en casa. Pero un perro que tira durante todo el trayecto no está relajado, sino que por el contrario está acumulando ansiedad. Por otro lado, tampoco resulta agradabe para el dueño y cada vez tendremos menos ganas de salir a la calle.

Entonces… ¿Qué hacer?

La técnica básica para evitar que el perro tire, es sencilla pero requiere de bastante paciencia.
Lo primero que debemos tener son los utensilios adecuados. Un arnés o una correa fija son suficientes. Por otro lado la correa debe ser agradable al tacto (evitar la de cadena) y de unos dos metros de largo. Las correas cortas incitan a tirar y los collares estranguladores traen muchos perjuicios además de mostrarse poco efectivos.

Una vez bien equipados es hora de ejercitar la paciencia. Lo que debemos hacer es detenernos cada vez que la correa se tense y esperar relajadamente (reducimos un poco la tensión de la correa) a que el perro se de cuenta de que debe volver a nuestro lado para continuar la marcha. Poco a poco, vamos incluyendo algunos trucos como hacerle una señal auditiva cuando está a punto de agotar el largo de la correa y empezar a tirar. De este modo el perro aprenderá a no llegar al tirón, porque así evita que paremos la marcha y la diversión. 

En próximas entradas comentaremos algunas técnicas y detalles del comportamiento del perro a tener en cuenta cuando nos vamos a cruzar con otro perro. Si quieres aprender a disfrutar del paseo, próximamente tendremos un seminario práctico de socialización y paseo.


jueves, 2 de abril de 2015

El entrenamiento veterinario

Este concepto está bastante extendido en los centros zoológicos.  Allí los animales no solo son entrenados para realizar shows si no también con el fin de que en caso de necesidad y para las revisiones veterinarias sea posible su manipulación con la máxima seguridad para el personal  y el mínimo estrés para los animales.
¿Por qué no hacemos nosotros lo mismo con nuestros animales?
En gran medida no es necesario que sea un entrenamiento formal. Si no más bien un conjunto de medidas que pueden hacer que el animal esté acostumbrado a la manipulación. De este modo disminuiremos el estrés y nos ahorraremos muchos problemas cuando nos vemos en la necesidad de ir al veterinario y en caso de accidente o enfermedad.


Si tienes un cachorro es muy importante acostumbrarlo a la manipulación. Mientras juegas con él, siempre en momentos de relax, acostumbra a tocarle en todas las partes del cuerpo, en especial las orejas, patas, entre las almohadillas, el vientre e incluso órganos sexuales.  Intercala estas manipulaciones con otras caricias o dale un juguete o algo rico de comer mientras le tocas. Si empiezas cuando es un cachorro será muy sencillo. También es útil cogerlo en brazos y ponerlos sobre una mesa de vez en cuando.  Puedes cubrir antes la mesa para que no la identifique como una superficie más a la que está permitido subir.  Los perros grandes pueden pasar mucho tiempo sin que nadie los coja o levante en brazos así que cuando les ocurre en el veterinario, con el estrés que suele conllevar ese entorno extraño  y lleno de olores de otros perros que también están estresados se convierte en una experiencia desagradable, a veces, aterradora que quieren evitar a toda costa.  En cambio si el perro está acostumbrado a que le levanten y suban a la mesa a menudo, por ejemplo para peinarlo (si es que esto le gusta), para acariciarlo y darle premios, en el veterinario al menos no tendrá miedo a la manipulación. Igual te ocurrirá con las gotas en los ojos y las orejas o cortar las uñas. Todo será muy sencillo si tu perro está acostumbrado a la manipulación.

Además de hacer esto,  si tu perro ha recibido entrenamiento o estás pensando en entrenarlo es muy útil que hagan el sentado y el echado sobre la mesa y una vez dominen esto añadir el “hacerse el muerto” o como yo digo “de ladito”. Es posible que luego en el veterinario no lo quiera hacer pero, inténtalo. Siempre será una situación menos difícil para ambos y después de varias visitas cada vez le resultará más sencillo, porque las visitas serán menos traumáticas. Ya sabrá que se espera de él. En este sentido y  para lograr que el veterinario no sea para tu perro “la cueva del mal”. También es muy útil que lo visites a menudo, sólo de visita. Entras, le das un premio y te vas. Quizás puedes aprovechar y pesarlo.  Si tienes confianza con el veterinario pídele que le entre en la consulta o al menos le acaricie y le de una golosina. ¿Sabías que hay perros que tiran de la correa para entrar en el veterinario?

jueves, 5 de marzo de 2015

Diferencias entre educación y adiestramiento

Cuando hablamos de nuestros perros estos términos muchas veces se confunden. Muchas veces se oye a la gente decir “contraté a un adiestrador porque se portaba fatal” o “llamé a un adiestrador porque mi perro tenía miedo de todo”.

En cierto modo es normal que ambos términos se solapen y normalmente un educador también será adiestrador. Para mi la diferencia es que todo perro debe estar educado pero no necesariamente adiestrado. El adiestramiento puede ser una herramienta útil durante la educación de tu perro, sobre todo si ya tienes algún problema de conducta, pero no debería ser imprescindible.
Educamos cuando enseñamos las normas de casa, cuales son los comportamientos que consideramos aceptables y cuales no.

En el adiestramiento se les enseñan a los animales unas habilidades concretas, normalmente para un fin determinado que al ser humano le interesa. Buscamos que los comportamientos sean más o menos exactos y que el animal pueda servirnos para algún tipo de “uso” que puede ser desde la competición o mera práctica de cualquier tipo de disciplina deportiva hasta una labor de terapia o el pastoreo.

La disciplina en la que más se solapa educación y adiestramiento es la obediencia, ya que un nivel básico de obediencia es útil para casi cualquier propietario. No obstante, estas conductas se pueden adquirir sin seguir un programa o una técnica determinada de adiestramiento, como sabe cualquier propietario con perros bien educados y que nunca han conocido a un adiestrador profesional. Aunque posiblemente se podría considerar lo que hacen los propietarios como un tipo de adiestramiento no formal.

Sin entrar en este debate, la conclusión sería que la educación es imprescindible para la convivencia feliz de perros y personas pero el adiestramiento sólo lo será en ocasiones. En la pestaña Filosofía de este blog queda reflejada esta idea que es la que intentamos llevar a cabo con nuestro trabajo.