Hoy me gustaría hablar de un tema de etología básica.
Es un tema recurrente cuando se habla de comportamiento
animal. Se trata de la diferencia entre una conducta instintiva o innata y
otra aprendida.
Se entiende por instinto un comportamiento que el animal trae
fijado de nacimiento y que no tiene que aprender. Por tanto, tradicionalmente
se ha considerado que el instinto se opone al aprendizaje o al razonamiento. No obstante, esto supone que todo lo que no sea aprendido es
innato. Convirtiendo a este en un concepto demasiado amplio. Para demostrar que
un comportamiento era innato. En la década de los 20, cuando la etología aun no
había nacido como ciencia formal se realizaron numerosos experimentos de cría
de animales en condiciones de aislamiento. Incluso en los años 80 existen
algunos artículos que estudiaron los efectos del aislamiento social tras el
nacimiento de perros. El problema de este tipo de experimentos (dejando
implicaciones morales a un lado) es que demostraron que el propio aislamiento
modificaba la conducta, razón por la cual no se podía conocer cual era el
comportamiento de un animal que no había aprendido nada.
Lo que sí, se descubrió en las primeras etapas de la etología
como ciencia fue que los comportamientos más simples se desencadenaban al
exponerse a estímulos concretos y que un conjunto de comportamientos se relacionaban
causalmente en el tiempo. Por ejemplo, el desarrollo de un patito junto a su
madre va a influir en sus preferencias sociales pero también sexuales en un
futuro.
¿Y todo esto a donde nos lleva?
Pues a un concepto muy sencillo, deberíamos desechar del
vocabulario científico los términos innato y aprendido ya que todo
comportamiento tiene tanto unas raíces en el desarrollo de la especie y sus
capacidades como en la del individuo, sus experiencias y estímulos a los que ha
sido expuesto. La mayoría de comportamientos, por tanto, estarán modelados a
partir de una capacidad innata del animal pero que habrá desarrollado o no
debido a la experiencia y por tanto al aprendizaje que haya tenido en su vida.
Para hacer este tema de reflexión un poco más ameno voy a
compartir un ejemplo muy sencillo que yo puedo ver muy a menudo en mi perro, se
trata del comportamiento de “enterrar tesoros”. Parece que tiene una motivación
interna hacia este comportamiento (innata), pero por alguna razón nunca logró aprender
la secuencia de comportamientos necesarios para llevarlo a cabo por completo.
¿Un posible déficit en el aprendizaje en etapas juveniles? ¿Una falta de
capacidades innatas?. No podemos saberlo, lo cierto es que me parece un buen
ejemplo de cómo ambos conceptos acostumbran a ir de la mano.
Les dejo el video.